Si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo. (Albert Einstein)
Estamos saturados de oír noticias acerca de los resultados en las pruebas PISA, de la excelencia educativa en las escuelas finlandesas y de la comparación entre el tipo de excelencia conseguido en ese país y el que se consigue por otros métodos en lugares como Corea (la diferencia es, ni más ni menos, la felicidad de los niños). Nos da envidia Finlandia pero… ¿de verdad entendemos dónde radica la diferencia? No son solamente las dotaciones económicas o la arquitectura escolar, no es solamente la formación del profesorado. Todo eso es muy importante, pero lo más importante de todo es la sociedad que ha permitido, impulsado y apoyado ese tipo de educación. ¿Estamos nosotros dispuestos a cambiar nuestra forma de pensar y de actuar? ¿Estamos dispuestos a apoyar otro tipo de escuela?
Reflexiones como las de Carmen, maestra en Madrid, cuando se pregunta ¿En qué quedamos? desde su blog En búsqueda. Crónica de un viaje a Ítaca, nos dan algunos elementos para la reflexión. Su conclusión es muy elocuente:
“Seamos coherentes: ese sistema desastroso y catastrófico que hay en nuestras aulas, es instructivo y no constructivo, fomenta la memoria en detrimento de la creatividad y la autonomía, ignora por completo los ritmos madurativos de los chavales, descarta totalmente el juego como principal motor de aprendizaje, sobrecarga las clases con más de 25 alumnos, programa tiempos y espacios totalmente rígidos, no deja sitio a la iniciativa y el debate, no digamos ya al cuestionaminto de lo establecido. Y es ese mismo sistema, alentado e incluso endurecido por nuestro gobierno, el que lleva años produciendo un porcentaje altísimo de fracaso escolar, alumnos desmotivados y abandonos apenas empezada la secundaria. Si de verdad creemos que en Finlandia está la salvación empecemos a aceptar y defender las pequeñas semillas de innovación, de respeto al niño, de metodología activa, que hay en nuestros coles. Como profes… y también como familias.”
Afortunadamente existen proyectos públicos de innovación educativa que salen adelante con el esfuerzo de maestros y familias, con la complicidad de una comunidad de aprendizaje que se compromete a intentar algo diferente. En realidad, no es algo tan diferente, pues no hace más que recuperar principios de, por ejemplo, la escuela de la República, el método Montessori, la experiencia de Reggio Emilia, la pedagogía de Célestin Freinet… Nada inventado precisamente ayer.
“El Coro, que es como lo conocemos los padres y madres cariñosamente, nació hace seis años partiendo de la inquietud de algunas madres y de los sueños de algunos maestros, y se ha ido construyendo a si mismo a base de amor, confianza, seriedad y trabajo en equipo.
Ahora, nuestra querida escuela se ve amenazada.
Esta semana se nos ha confirmado el cierre de una línea de P3 y, pese a nuestros esfuerzos (manifestaciones, un encierro de 24 horas…), la realidad nos ha caído encima como un jarro de agua helada. La escuela peligra y el ideal de educación basado en el respeto al niño, a sus ritmos reales y a sus intereses, que hemos soñado y defendido, podría desaparecer en poco tiempo”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario